La reacción del mercado no se ha hecho esperar y el Brent de referencia en Europa retrocede un 3% hasta los 76 dólares por barril tras tocar los 80 dólares la semana pasada, mientras que el Texas estadounidense desciende más del 4% por debajo de los 68 dólares.
Sin embargo, por detrás de esta decisión hay una verdadera partida de ajedrez que se está jugando para hacerse con la hegemonía mundial. No en vano, si bien un aumento del precio del crudo es un importante balón de oxígeno para las cuentas de Rusia y de la propia Arabia Saudí que se ha demostrado que no eran tan boyantes como aparentaban, lo cierto es que el gran beneficiado de que el precio haya escalado a los 80 dólares ha sido Estados Unidos, que está bombeando en máximos históricos y para el que unos mayores precios hace que el shale oil sea rentable.
De hecho, la recuperación de los precios del petróleo, que llegó a situarse por debajo de los 30 dólares, gracias a los recortes de la OPEP lo que ha permitido es a otros actores entrar en el mercado y a países como EEUU arañar cuota de mercado. Una situación que contrasta, por otro lado, con los deseos de Donald Trump de tirar hacia abajo el oro negro, anunciando la venta de la mitad de las reservas de petróleo del país hace un año y amenazando a los países que están manteniendo "artificialmente altos" los precios.
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