La verdad es que realmente no sabemos qué pasará -nadie lo sabe-, es
decir, si MSCI finalmente concederá o no a nuestro Mercado el pasaje de
"fronterizo" a "emergente". Cuando en finanzas se mezclan la política
con la economía, la información se vuelve opaca e interesada y cualquier
cosa puede suceder, así que no descartamos nada. Por ejemplo, que los
ingleses anuncien en unos días que prefieren aguardar a las próximas
elecciones presidenciales, antes de tomar ninguna decisión respecto a la
Argentina.
Pero la verdad es que no lo sabemos y lo más que
podemos es apelar a nuestra propia experiencia - este periódico y ante
el disgusto de muchos, fue el único que alertó meses antes de las
promocionadas recalificaciones de 2016 y 2017, porque estas no se iban a
dar-. El problema para la recalificación es que a la gente de MSCI poco
y nada le importa lo que diga el Ministerio de Finanzas -que esta
semana viajó a Londres a ver si puede convencerlos-, el presidente de la
CNV, o de ByMA o cualquier operador local. Ellos se basan en datos
duros (y en menor medida en el consenso de los operadores
internacionales), lo que los lleva en un mundo cada vez más competitivo a
salvaguardar su prestigio y buen nombre por encima de todo. Así que no
se pueden equivocar.
Y aquí es donde comienzan los problemas.
Desde que la actual administración del país ganó la segunda vuelta en
noviembre de 2015 la tasa de Riesgo País
(índices EMBI+; para los legos: mas es peor) subió casi un 10% en
términos nominales y un 33% frente al conjunto de Mercado emergentes
(fig.1), mientras en lo que va del año, solo Ecuador (+211 p.b.)
registra un incremento -una caída del precio de sus bonos- mayor al
nuestro (164 p.b.).
Desde
lo bursátil la situación es aún menos halagüeña. Según la gente de MSCI
la inversión en cotizantes argentinas dejó un resultado desde el
20/11/2015 de 4,6%, esto es un 20% menos que las acciones "yanquis", 22%
menos que el conjunto de los mercados emergentes (fig. 2) y 1% menos
que el grupo de los fronterizos, con nuestra plaza como la de por
evolución en lo que va del 2018 (-30,97%, la semana pasada perdimos
contra Turquía).
Por
el lado de la disparada inflacionaria, en 2016 ocupamos el 4to puesto
en el podio de los mayores incrementos de precios a nivel mundial (data
World Bank), en 2017 mejoramos levemente bajando al séptimo lugar, pero
este año apuntamos a competir nuevamente por el cuarto o quinto sitial.
Por el lado de la moneda el peso argentino ha sido el que más ha
retrocedido frente a al dólar desde noviembre de 2015 (159%) y el que
más cae en lo que va desde fines de diciembre último (34%).
Esto
no significa que no haya habido mejoras desde lo financiero, en especial
frente a lo que vivíamos en la gestión K. Pero estos cambios en lugar
de asegurarnos la suba en la calificación lo que están evitando es que
nos devalúen de "Frontier" a "Standalone" (lo que le ocurrió a Bulgaria
en 2016 y a Ucrania en 2015).
Todo puede pasar, el problema es
que el Gobierno y algunos actores del mercado han hecho del cambio de
ranking una cuestión casi futbolera, por lo que la eventual demora será
vista como un fracaso, cuando no es más que un impase. ¿Hacia dónde?
Dependerá de lo que se haga de hoy en más.
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