La carrera presidencial de Estados Unidos cerró el martes con un final para el infarto que marcó la victoria del republicano Donald Trump frente a su rival demócrata, Hillary Clinton.
Aunque
la mayoría de las encuestas mostraron a Clinton con una ventaja hasta
el día de las elecciones, Trump superó las expectativas en las áreas
rurales y algunos condados de clase trabajadora en muchos estados del
país. El republicano consiguió tres grandes triunfos en estados clave:
en Ohio, un estado donde su mensaje de populismo económico fue acogido, y
en Florida y en Carolina del Norte, dos estados ferozmente disputados
por ambos nominados.
Clinton logró victorias en Virginia y
Colorado, dos estados reñidos en los que esperaba ganar. Sin embargo,
Virginia, el hogar de su candidato a vicepresidente, Tim Kaine, estuvo disputado hasta el final.
Los
resultados tan ajustados no fueron proyectados por los sondeos. Las
elecciones proporcionaron una oportunidad histórica para los
estadounidenses: elegir a la primera mujer presidenta en la historia de
EE.UU., que tomaría la batuta del primer presidente afroamericano de la
nación, o elegir a un novato político con la promesa de un cambio
radical.
El próximo presidente se enfrenta a una nación
profundamente dividida. Ambos candidatos fueron vistos negativamente por
una mayoría de votantes, según las encuestas. Para muchos, los comicios
presidenciales fueron considerados como una elección entre el menor de
dos males.
Craig Joerres, de 50 años, de Waukesha, Wisconsin,
dijo que necesitaba un whisky antes de votar el martes. “Ha sido una
temporada electoral muy estresante”, aseguró. “Ambos tenían mucho odio”.
Joerres señaló que votó por Trump para sacudir a Washington.
Liliana Sánchez, de 29 años, dijo que votó por Clinton, en parte, porque se sentía repugnada por Trump.
Unos
130 millones de estadounidenses votaron en la que ha sido una de las
elecciones más impredecibles de la historia moderna. En juego no sólo
estaba la presidencia, sino una vacante en la Corte Suprema de Justicia,
así como el control del Senado.
Hasta mediados de octubre, los
dos candidatos y sus aliados gastaron alrededor de US$1.400 millones en
operaciones de campaña y publicidad para persuadir a los votantes
estadounidenses.
Tanto Clinton como Trump votaron el martes por
la mañana en su estado, Nueva York, después de un frenético fin de
campaña que abarcó Nuevo Hampshire, Nevada, Florida y Michigan.
La
campaña presidencial presentó a los votantes con un contraste de
visiones, tanto sobre el estado de la nación como hacia dónde debería
dirigirse.
Trump habló de un país en declive, agobiado por la
inmigración ilegal, los malos tratados comerciales y las amenazas
terroristas. El republicano calificó a Clinton como “corrupta”, pidió
recortes de impuestos y prometió revocar la ley de salud del presidente Barack Obama.
El
empresario de Nueva York dijo que construiría un muro a lo largo de la
frontera entre EE.UU. y México y enviaría a los que viven en EE.UU. sin
permiso a sus países de origen.
Aun
si no hubiera ganado, Trump habría dejado su propio sello en la
historia política. Movilizó a millones de votantes con un contundente
desafío al statu quo y dio voz a los agravios económicos y políticos de
una clase media norteamericana.
Esos son sentimientos que han
estado germinando durante años, pero surgieron con sorprendente fuerza
con Trump, que fue desestimado como una celebridad de televisión cuando
anunció por primera vez lo que parecía una candidatura quijotesca.
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