El fortalecimiento del dólar vuelve a surgir como una
amenaza para los fabricantes estadounidenses, poniendo en peligro las ganancias
de algunas compañías y complicando los esfuerzos del presidente electo Donald
Trump para apuntalar el empleo industrial.
La divisa
estadounidense, que se ha apreciado con fuerza en los dos últimos años, alcanzó
su mayor nivel en 14 años tras la elección de Trump y la reciente alza de la
tasa de interés de referencia de la Reserva Federal.
Aunque el
avance del dólar es positivo para los consumidores y para las empresas
estadounidenses que adquieren componentes en el extranjero, también perjudica a
los fabricantes de Estados Unidos que dependen de las ventas en el exterior,
donde sus exportaciones se han encarecido.
Muchas
multinacionales han comenzado a revisar a la baja sus pronósticos de ingresos y
a buscar cómo reducir costos. 3M Co. y United
Technologies Corp. han
indicado que un dólar fuerte podría entorpecer un aumento de su facturación en
2017.
Algunos
concesionarios de las motocicletas Harley-Davidson Inc. y de maquinaria de Caterpillar Inc. se preparan para que
sus rivales japoneses aprovechen la caída del yen frente al dólar y ofrezcan
precios más bajos. Caterpillar ha dicho que la debilidad del yen ha endurecido
la competencia. Harley se negó a comentar al respecto.
Boeing Co., el mayor exportador de EE.UU., mencionó la
semana pasada “menos oportunidades de ventas y una ardua competencia” al
anunciar nuevos despidos en su división de aviones comerciales el próximo año.
En 2016, la compañía recortó su personal en 8%.
Boeing no aludió específicamente a las fluctuaciones del
tipo de cambio, pero el alza del dólar ha ayudado a su rival Airbus
Group SE, que
durante años luchó contra la fortaleza del euro. Boeing se negó a comentar,
mientras que un vocero de Airbus señaló que el viento a favor que la compañía
obtiene del dólar es muy limitado, puesto que 40% de las partes de sus aviones
provienen de EE.UU.
El dólar
ha tenido un desempeño relativamente débil contra la mayoría de las principales
monedas del mundo durante la última década. Esto ayudó a que las exportaciones
estadounidenses repuntaran rápidamente después de la recesión que tuvo lugar
entre 2007 y 2009.
Para
fines de 2010, las exportaciones habían alcanzado niveles récord y continuaron
creciendo para superar los US$598.000 millones por trimestre en 2014. El empleo
industrial comenzó a recuperarse y aumentó el optimismo acerca de un
renacimiento manufacturero en EE.UU.
Desde
entonces, el dólar ha subido fuertemente contra monedas como el yen y el euro,
que sintieron los efectos de las políticas de estímulo del gobierno japonés y
el Banco Central Europeo. La libra esterlina, por su parte, cayó tras la
decisión del Reino Unido en junio de abandonar la Unión Europea.
La
Reserva Federal elevó hace unos días su tasa de interés de referencia e insinuó
que habría nuevas alzas el año entrante, lo cual le dio un renovado envión al
dólar. El Índice del Dólar de WSJ, que mide el desempeño de esta divisa contra
las de 16 países, alcanzó la semana pasada su punto más alto en 14 años.
El
rendimiento de los bonos del Tesoro de EE.UU. también ha estado subiendo debido
a las expectativas de un mayor crecimiento e inflación durante el gobierno de
Trump, pero el repunte del dólar podría socavar los planes del presidente
electo al encarecer las exportaciones y abaratar las importaciones. Los
representantes del equipo de transición de Trump no respondieron a una
solicitud de comentario.
Varios
líderes empresariales dijeron en entrevistas que las promesas de Trump de
promover políticas de crecimiento compensarían con creces el efecto de un dólar
fuerte, especialmente si abarcan una rebaja de impuestos y una mayor
desregulación. Además, la apreciación de la moneda podría revertirse.
“Hay
peces más grandes para freír”, dice Mike Haberman, presidente
del fabricante de equipos de construcción de Ohio Gradall Industries Inc., que
exporta alrededor de 20% de sus productos. “No estoy en pánico por el dólar”.
El
aumento del dólar no es necesariamente tan nefasto para todos los fabricantes
estadounidenses. Algunas empresas pueden gastar menos en los componentes
fabricados en el extranjero y un incremento en las ventas internas podría
compensar una disminución de las exportaciones.
No
obstante, el fortalecimiento del dólar podría limitar la capacidad de los
fabricantes para crear más empleos en EE.UU.
El yuan
ha descendido a su menor nivel contra el dólar en ocho años, lo que podría
incentivar a los fabricantes a mantener sus fábricas en China en lugar de
repatriarlas a EE.UU.
El peso
mexicano, en tanto, acumula una baja de 13% frente al dólar desde las
elecciones en EE.UU., lo cual aumenta la tentación de mudar fábricas al sur de
la frontera, a pesar de las promesas de Trump de castigar a las empresas que
trasladen puestos al exterior.
“El dólar
fuerte no nos está ayudando a recuperar trabajos” en la industria
manufacturera”, dice Panos Kouvelis, profesor de administración de manufactura
y operaciones de la Universidad de Washington en St. Louis.
La semana
pasada, Emerson Electric Co. estimó que el alza
del dólar acentuó en 2 puntos porcentuales la disminución de sus pedidos entre
septiembre y noviembre. En general, las órdenes cayeron 7%.
Muchos
fabricantes han comenzado a hacer despidos. Entre enero de 2015 y noviembre de
2016 la industria manufacturera perdió 51.000 empleos, según el Departamento de
Trabajo de EE.UU.
Kaman Corp., fabricante de partes de avión de Bloomfield,
Connecticut, ha visto caer los precios de sus rivales europeos ante el
retroceso del euro frente al dólar. Para competir, Kaman invirtió en
instalaciones en Alemania y adquirió una compañía con operaciones en la
República Checa.
Ben
Herzon, economista sénior de la consultora
independiente Macroeconomic Advisers, realizó una simulación para The Wall
Street Journal para ilustrar cómo un aumento adicional de 10% del dólar
repercutiría en la economía estadounidense.
Durante
los próximos tres años las empresas se irán ajustando gradualmente por medio,
entre otros aspectos, de un aumento de su capacidad en plantas en el extranjero
y de una reducción en EE.UU., modificando su cadena de suministro o aumentando
el uso de la automatización.
En un
escenario en el que el dólar no se siga fortaleciendo, el Producto Interno
Bruto real registraría un incremento acumulado de 6,3% en los próximos tres
años. En caso de que el dólar se fortalezca otro 10%, el crecimiento del PIB
sería 1,8 puntos porcentuales menor, es decir 4,5% acumulado, según la
simulación de Macroeconomic Advisers.
El efecto
negativo de un dólar fuerte se concentraría especialmente en el sector fabril
de EE.UU. Con un dólar apreciado, la producción manufacturera sería 3,6 puntos
porcentuales menor, las importaciones reales serían 3,6 puntos porcentuales más
altas y las exportaciones reales de EE.UU. caerían 6,2 puntos porcentuales.
Inicialmente,
tal repliegue proporcionaría algún beneficio a los consumidores, que verían
caer los precios de los bienes importados.
“Es bueno
para los consumidores, siempre y cuando sigan teniendo empleo”, dijo Herzon.
“Los precios más bajos y el impulso a la riqueza real sirven como una
compensación parcial”. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, este beneficio
también será contrarrestado por la pérdida de empleos en el sector
manufacturero, alertó.
—Bob Tita contribuyó a este artículo.
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