En Wall Street, el auge del dólar ha sido una de las señales
más visibles del creciente optimismo de los inversionistas respecto de la
economía estadounidense. Para muchos otros países, sin embargo, representa un
problema.
La mayoría de los analistas prevé que la moneda
estadounidense se fortalezca en 2017, extendiendo una racha que ha impulsado el
valor de la divisa en más de un tercio desde la rebaja de la calificación de
crédito de Estados Unidos en 2011.
Tal expectativa se debe principalmente a que el fortalecimiento
de la economía estadounidense probablemente permita a la Reserva Federal
realizar múltiples subidas de tasas en 2017. Las tasas más altas aumentan el
atractivo de los activos denominados en dólares, atrayendo dinero a EE.UU.
“En estos momentos hay una cantidad increíble de presión
para vender casi todo tipo de divisas y comprar dólares”, dice Christopher
Stanton, director de inversiones de Sunrise Capital LP, la cual administra
US$700 millones.
Recientemente, Stanton apostó a que la moneda estadounidense
se apreciará en los próximos meses frente al dólar australiano, el yen y el
euro.
Un dólar más fuerte aumenta el poder adquisitivo de los
consumidores y las empresas estadounidenses al abaratar las importaciones y
reducir los costos de viajar al extranjero. Al mismo tiempo, perjudica a los
exportadores estadounidenses al hacer que sus productos sean menos competitivos
en el exterior, disminuyendo sus ganancias y, posiblemente, ejerciendo una
presión negativa sobre los precios de las acciones.
En el caso de los mercados emergentes, la fortaleza
sostenida del dólar podría socavar los precios del petróleo y otras materias
primas denominadas en dólares y ejercer presión sobre sus exportadores.
Igualmente, las empresas y los gobiernos de mercados emergentes que han asumido
grandes deudas en la moneda estadounidense tendrán más dificultades para
pagarlas.
En China, el aumento del dólar está exacerbando la fuga de
capital y restringiendo la liquidez, sacudiendo mercados que habían disfrutado
de un período de relativa estabilidad durante la mayor parte de 2016. Los
mercados de bonos chinos se desplomaron tras la reunión de la Fed de diciembre,
en la que el banco central decidió subir las tasas y apuntó a varios aumentos
adicionales en 2007. Los reguladores chinos inyectaron dinero para calmar una
posible restricción crediticia y las acciones cayeron.
En los primeros tres trimestres de 2016, el banco central
chino tuvo que gastar US$300.000 millones de sus reservas, más que en todo
2015, para tratar de frenar la caída del yuan frente al dólar. La divisa china
acumula una caída de 4,3% ante al dólar desde octubre, tocando un mínimo
histórico. Otras monedas de los mercados emergentes han sido mucho más
golpeadas: la lira turca, por ejemplo, perdió cerca de 15% en los últimos tres
meses de 2016.
Las expectativas de un paquete de estímulo fiscal una vez
que asuma el presidente electo Donald Trump “han revitalizado completamente al
dólar”, dice Alan Ruskin, jefe de estrategia de divisas del Grupo de los 10 en Deutsche Bank. “Este es un gran cambio
en la dinámica de las políticas”.
El Índice del Dólar de The Wall Street Journal, que evalúa
el desempeño de la divisa norteamericana frente a una canasta de 16 monedas,
subió 3,1% en 2016, gracias al repunte de finales de año frente al euro, el yen
y las monedas de los mercados emergentes.
Aproximadamente 60% de los clientes encuestados por Citigroup creen que durante el año que acaba
de comenzar el dólar será “moderadamente” o “marcadamente” más alto que las
divisas de los mercados desarrollados y emergentes.
Algunos temen que las propuestas de Trump sobre el gasto en
infraestructura y los recortes de impuestos no se concreten. Asimismo, las
expansiones fiscales anteriores han tenido efectos desiguales sobre el dólar.
El Índice del Dólar de ICE subió más de 80% entre 1981 y
1985, impulsado por una combinación de estímulos fiscales implementados por el
entonces presidente Ronald Reagan y una serie de aumentos de tasas realizados
en los primeros años de la década por la Fed.
En la década de 2000, sin embargo, los recortes de impuestos
decretados por el presidente George W. Bush no lograron impulsar el dólar, ya
que fueron acompañados por una Fed menos enérgica y por mercados de renta
variable inciertos, según un informe de Deutsche Bank.
Los inversionistas esperan que la Fed vigile de cerca el
auge de la moneda y suba las tasas a un ritmo más moderado si el auge del dólar
comienza a afectar a la economía estadounidense.
Thanos Bardas, gestor de portafolio de la firma de valores
Neuberger Berman que supervisa US$255.000 millones, dice que en diciembre hizo
una toma de ganancias sobre apuestas de que el dólar subirá frente al yen,
desconfiado de que la moneda estadounidense haya subido demasiado rápido en un
breve período.
“Los mercados tienen una perspectiva extremadamente
optimista”, advierte. “La transacción inteligente es confiar, pero verificar”.
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