Donald Trump a veces es encantador, otras intimidante, y su
estilo de gobierno es claramente poco convencional. Sin embargo, es
profundamente desestabilizador tanto en el país como en el exterior. Eso
combinado con las incendiarias acusaciones de que el saliente gobierno de Obama
ordenó intervenir teléfonos de la Trump Tower durante la elección presidencial,
y con las persistentes dudas sobre los posibles contactos entre sus asistentes
de campaña y Moscú, hizo que algunos se pregunten si la administración Trump
sobrevivirá a un mandato completo.
No obstante, a medida que Trump se acerca a sus primeros 100
días de gobierno, hay tímidas señales de que hay más método detrás de la locura
que lo que los críticos sospechan.
Trump y su equipo ven al mundo del 2017 como marcado por el
nacionalismo económico y por los hombres fuertes desde Vladimir Putin en Rusia
y Narendra Modi en India hasta el presidente Xi Jinping de China. Lo ven como
un lugar donde Estados Unidos debe imponer enérgicamente sus propios intereses.
"No creo en las alianzas. Creo en las relaciones. Y
creo en las asociaciones. Pero las alianzas no siempre han funcionado muy bien
para nosotros", afirmó
Alianzas inciertas
Para los aliados como el Reino Unido, Alemania y Japón, el
enfoque transaccional de Trump es profundamente desetabilizador porque ignora
el rol que ha desempeñado EE.UU. en la conservación de la paz, desde en Europa
occidental hasta en la Península coreana y el oeste del Pacífico. Temen a que
EE.UU., que ha defendido el orden liberal basado en normas durante las últimas
setenta décadas, esté haciendo un giro histórico de superpotencia altruista a
superpotencia egoísta.
Una interpretación más optimista, aunque cínica, es que
Trump simplemente está usando sus sermones desde el púlpito presidencial como
ejercicio para mostrarse más blando una abierta gambeta en una negociación que
lo verá retirarse una vez que haya logrado objetivos más limitados económicos y
financieros en política comercial y seguridad internacional.
El presidente insiste en que no está fingiendo. "Este
es un problema muy muy serio que tenemos en el mundo de hoy. Y tenemos más de
uno, pero esto no es un ejercicio . . . Estados Unidos ya habló suficiente y
ustedes ven a donde nos llevó, no nos llevó a ninguna parte", dijo.
"Cuando uno se pregunta si es un ejercicio brillante, no es un ejercicio
brillante... Al mismo tiempo, no estoy diciendo lo que estoy haciendo".
Una cosa que dejó muy en claro es su deseo de nivelar el
campo de juego internacional. Él cree que está inclinado demasiado a favor de
los aliados que aprovechan el hecho de estar bajo el paraguas militar
norteamericano, o las economías emergentes especialmente China que, según él,
han abusado de las normas de comercio mundial. En su relato, EE.UU. ha tenido
el sí fácil.
"No funcionó para nuestros predecesores. Mire dónde
estamos. Tenemos un déficit comercial de u$s 800.000 millones", dijo Trump
(El Departamento de Comercio informó que el déficit comercial del país en
productos y servicios fue algo superior a u$s 500.000 millones en 2016).
El jueves y el viernes, Trump recibirá a Xi en Mar-a-Lago,
su lujoso resort en Florida. El encuentro quizás sea la prueba más dura que
atraviesa su estrategia "Estados Unidos primero". Norteamérica tiene
un déficit comercial de u$s 347.000 millones con China; y una de las promesas
de campaña de Trump era declarar a Beijing como manipulador de monedas, una
medida que anteriores administraciones del país analizaron pero luego
descartaron.
China, la creciente potencia de la región, es un potencial
socio vital para que ayude a EE.UU. a contener a su vecino Corea del Norte. Sin
embargo, antes de asumir la presidencia, Trump habló ostentosamente con el entrante
presidente taiwanés. El intercambio generó dudas sobre el compromiso de EE.UU.
con la política de "Una única China" conforme a la cual Washington
reconoce a Beijing como el único gobierno legal de China.
Sin embargo, Trump dijo a Xi el mes pasado que cumplirá con
la política y se muestra deliberadamente amable cuando se refiere a su
invitado. "Tengo un gran respeto por él. Tengo un gran respeto por China.
No me sorprendería para nada que hagamos algo que será drástico y positivo para
ambos países".
A muchos expertos les preocupa que el presidente Trump sea
peligrosamente volátil en cuanto a la política exterior. Pero la combinación de
algunas figuras fuertes en su equipo de seguridad nacional particularmente
James Mattis, secretario de Defensa, y el rol tranquilizante de Jared Kushner,
el influyente yerno de Trump parece estar estabilizando el barco. Trump dejó
de hablar de mudar la embajada norteamericana en Israel de Tel Aviv a
Jerusalem, mientras reanuda los comentarios sobre una posible solución de dos
estados entre Isarel y los paquistaníes, y suaviza las críticas de los aliados
de la OTAN. Una constante es que decididamente se niega a hablar mal de Putin.
Si bien Trump nunca pide disculpas, es capaz de hacer
grandes giros. En su entrevista con Financial Times, quiso dejar en claro que
no tiene ningún rencor contra la canciller alemana Angela Merkel, pese a que
aparentemente se negó a darse la mando con ella frente a cámara en la Oficina
Oval.
"Tuve una gran reunión con la canciller Merkel",
aseguró. "Me dí la mano cinco veces y luego estábamos sentándonos en dos
asientos . . . y supongo que un periodista me pidió que le estreche la mano. Y
no lo escuché".
En cuanto a la política comercial Trump también parece ser
más práctico de lo que muchos observadores creían. Después de enojarse con
México diciendo que era la principal fuente de la inmigración ilegal y de
prácticas comerciales injustas bajo el Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio
(Nafta), la administración está bajando un cambio. Por ejemplo, Wilbur Ross,
secretario de comercio y amigo de hace mucho tiempo, está tratando de resolver
una larga disputa sobre el azúcar, conciente de que un fracaso envalentonaría a
Andrés Manuel López Obrador, un izquierdista radical que será candidato en las
elecciones presidenciales mexicanas de 2018.
Ross, que se unió a la entrevista, afirmó que la gente no
debería subestimar a Trump. "La retórica dura definitivamente es útil en
el período previo a las negociaciones, pero el presidente no está
fingiendo." dijo.
Si la política exterior es menos revolucionaria de lo que se
temía en un primer momento, la agenda local de Trump sigue siendo polémica.
Llegó a la presidencia montado en una ola populista mientras los republicanos,
y suficientes obreros demócratas, se unían detrás su causa abandonando a
Hillary Clinton, la favorita del establishment. En su discurso inaugural,
Trump les rindió homenaje a sus seguidores declarando que "los hombres y
mujeres olvidados de nuestro país ya no serán más olvidados".
El presidente defiende la causa de la actividad industrial
norteamericana, convenciendo a empresas extranjeras y locales para que den
trabajo y ubiquen sus fábricas en Estados Unidos. Sin embargo, a este
negociador nato la tarea de gobernar le está resultando más difícil de lo que
imaginaba, pese a que el partido republicano cuenta con mayorías en la Cámara
de Representantes y en el Senado.
Las cosas empezaron a aclararse cuando trató de usar sus
poderes ejecutivos para controlar la inmigración el primer y el segundo intento
fueron bloqueados por los tribunales. Más significativo fue el reciente revés
que sufrió al no poder reemplazar la ley de salud conocida como Obamacare.
Los líderes republicanos abandonaron la votación al no
conseguir suficiente apoyo para aprobar un proyecto armado a las apuradas.
"No quise someterlo a votación. Me pregunté: ¿debería someterlo a
votación?", dijo Trump, que prometió anular el Obamacare en cuanto
asumiera la presidencia. Cuando le preguntaron cómo se sintió con el revés, todavía
está enojado: "Yo no pierdo. No me gusta perder"
Hizo hincapié en que los legisladores republicanos todavía
están tratando de alcanzar un acuerdo.
No obstante, dijo: "Estaría bien" si el Freedom
Caucus, un grupo de conservadores de línea dura que se oponen ferozmente al
Obamacare pero no estaban de acuerdo con el primer proyecto de ley, sigue
resistiéndose. "Si no conseguimos lo que queremos, haré un acuerdo con los
demócratas".
La Casa Blanca inicialmente veía la reforma del Obamacare
como "la llave para destrabar la puerta", y generar los fondos
necesarios para hacer más fácil el borrador de la primera gran legislación de
reforma tributaria desde 1986 y un programa de infraestructura de u$s 1 billón.
Sin embargo, no queda claro cómo hará la administración para diseñar una
legislación fiscal que satisfaga a los conservadores que no quieren elevar el
déficit.
A menos que Trump pueda salvar la reforma de salud, estará
llegando a sus primeros 100 días en el gobierno sin ningún éxito importante.
Su elección de Neil Gorsuch para la Corte Suprema fue
aplaudida por los republicanos, pero los demócratas amenazan con bloquear una
votación en el Senado.
Sus asesores están estudiando formas de evitar el Congreso especialmente
a través de una serie de decretos y otras acciones. Eso es lo que Steve Bannon,
principal estratega de la Casa Blanca llama "la desconstrucción del estado
administrativo". blishment. En su discurso inaugural, Trump les rindió
homenaje a sus seguidores declarando que "los hombres y mujeres olvidados
de nuestro país ya no serán más olvidados".
El presidente defiende la causa de la actividad industrial
norteamericana, convenciendo a empresas extranjeras y locales para que den
trabajo y ubiquen sus fábricas en Estados Unidos. Sin embargo, a este
negociador nato la tarea de gobernar le está resultando más difícil de lo que
imaginaba, pese a que el partido republicano cuenta con mayorías en la Cámara
de Representantes y en el Senado.
Las cosas empezaron a aclararse cuando trató de usar sus
poderes ejecutivos para controlar la inmigración el primer y el segundo
intento fueron bloqueados por los tribunales. Más significativo fue el reciente
revés que sufrió al no poder reemplazar la ley de salud conocida como
Obamacare.
Los líderes republicanos abandonaron la votación al no
conseguir suficiente apoyo para aprobar un proyecto armado a las apuradas.
"No quise someterlo a votación. Me pregunté: ¿debería someterlo a
votación?", dijo Trump, que prometió anular el Obamacare en cuanto
asumiera la presidencia. Cuando le preguntaron cómo se sintió con el revés,
todavía está enojado: "Yo no pierdo. No me gusta perder"
Hizo hincapié en que los legisladores republicanos todavía
están tratando de alcanzar un acuerdo.
No obstante, dijo: "Estaría bien" si el Freedom
Caucus, un grupo de conservadores de línea dura que se oponen ferozmente al
Obamacare pero no estaban de acuerdo con el primer proyecto de ley, sigue
resistiéndose. "Si no conseguimos lo que queremos, haré un acuerdo con los
demócratas".
La Casa Blanca inicialmente veía la reforma del Obamacare
como "la llave para destrabar la puerta", y generar los fondos
necesarios para hacer más fácil el borrador de la primera gran legislación de
reforma tributaria desde 1986 y un programa de infraestructura de u$s 1 billón.
Sin embargo, no queda claro cómo hará la administración para diseñar una
legislación fiscal que satisfaga a los conservadores que no quieren elevar el
déficit.
A menos que Trump pueda salvar la reforma de salud, estará
llegando a sus primeros 100 días en el gobierno sin ningún éxito importante.
Su elección de Neil Gorsuch para la Corte Suprema fue
aplaudida por los republicanos, pero los demócratas amenazan con bloquear una
votación en el Senado.
Sus asesores están estudiando formas de evitar el Congreso especialmente
a través de una serie de decretos y otras acciones. Eso es lo que Steve Bannon,
principal estratega de la Casa Blanca llama "la desconstrucción del estado
administrativo".
"Sin los tuits, yo no estaría acá", defendió
sus mensajes en la red
Al promediar la entrevista con Financial Times, al
presidente Donald Trump le preguntaron si se arrepentía de alguno de sus
abrasivos tuits que publicó sobre sus aliados, sus opositores políticos y el
estado del mundo. El mandatario hace una pausa por un momento y responde:
"No lamento nada porque no hay nada que pueda hacer al respecto. Uno sabe
que si escribe cientos de tuits, de vez en cuando se mete la pata, no está tan
mal".
La presidencia de Trump no se parece a ninguna en los 230
años de historia que tiene la República Norteamericana. Es el primer comandante
en jefe que nunca ocupó un cargo en algún gobierno; un magnate inmobiliario y
presentador de un reality de TV que ha cambiado cinco veces de lealtad
partidaria.
Siendo en teoría populista, armó el gabinete más rico de la
historia. Sus altos colaboradores en la Casa Blanca, incluyendo a su yerno,
suman activos superiores a u$s 2000 millones.
Trump desconcertó a las élites en las elecciones del año
pasado ("Ustedes perdieron, yo gané", les informó).
Hoy, el republicano que volvió a nacer cree que su
principales críticos están otra vez equivocados. La confianza de las empresas
está en alza, y el Dow registra alzas. Trump exige que le reconozcan el mérito:
al igual que Franklin Roosevelt con la radio y John F Kennedy y Ronald Reagan
con la TV, el presidente se ve como un gran comunicador de masas.
Y tiene prueba de eso. "¿Dónde está Dan? Por favor,
¿dónde está Dan Scavino?", pregunta en voz alta. A los pocos segundos,
Scavino, un ex caddie de golf que dirigió los medios sociales de Trump durante
la campaña de 2016, y ahora hace lo mismo en la Casa Blanca, entra a la Oficina
Oval con una laptop para informar que los seguidores totales del presidente
suman 101 millones.
"Tenemos más de 100 millones de seguidores entre
Facebook, Twitter e Instagram", aseguró Trump orgulloso. "Más de 100
millones. No tengo que recurrir a los medios falsos".
Los intercambios en Twitter encapsulan a Trump: se trata de
una persona desafiante, aunque un poco defensiva, y totalmente decidida a
demostrar que es él quien está a cargo del actual gobierno.
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