La hemorragia italiana parece estar lejos de ser
controlada. Los inversores están con los nervios a flor de piel a medida
que sigue el cruce de palabras, más o menos duras, entre el Gobierno
antieuropeista de Giuseppe Conte y Bruselas. Este fin de semana el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, aseguraba que "está en manos de los responsables políticos italianos encontrar las normas y medidas que permitirán a Italia permanecer dentro de los objetivos presupuestarios acordados", el italiano pedía a las agencias de rating, que tienen que revisar sus calificaciones este mes, no tengan "prejuicios".
La tensión se está notando en el mercado de deuda, donde los inversores han activado el modo 'risk-off' permitiendo al bono a diez años escalar por encima del 3,5%, su nivel más alto desde principios de 2014, antes de que el Banco Central Europeo pusiera
en marcha el programa de compra de deuda que ha permitido el respiro
del secundario después de que Europa se situara al borde del abismo en
julio de 2012.
Así, la prima de riesgo italiana se sitúa por encima de la barrera psicológica de los 300 puntos básicos, que ya tocó la semana pasada después
de que el nuevo Gobierno apoyado por el partido antisistema Movimiento 5
Estrellas y el ultraderechista la Liga aprobaran una subida del déficit hasta el 2,4% del PIB, lo que se ha interpretado como una auténtica declaración de guerra a Bruselas.
Ni siquiera ha calmado el pasito atrás que dio el país transalpino diciendo que, si bien es cierto que se espera una subida del déficit al 2,4% el próximo año, también esperan que se reduzca al 2,2% en 2020 y
al 2% en 2021 asegurando que pretenden "acelerar la disminución de la
ratio deuda/PIB de forma consistente durante un periodo de tres años",
sin dar más cifras.
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