En Argentina las políticas económicas han fracasado
sistemáticamente. El país viene perdiendo hace décadas participación en el PBI
mundial.
Quienes hablan de un modelo exitoso basado en la
economía primaria exportadora hace 80 o 100 años atrás, atribuyen a
desviaciones políticas el fracaso ulterior. Pero el vertiginoso crecimiento de
esa etapa estaba asociado principalmente a la extensión de la frontera
agropecuaria. En esos años, en EEUU, los estados del norte impusieron una
política proteccionista, de industrialización y de reparto de la tierra -
terminando con el modelo agroexportador y esclavista del sur. Mientras tanto
Argentina aplicó un modelo de absoluta apertura, endeudamiento, apropiación por
unos pocos de las tierras públicas y autoritarismo. Más allá de algunos méritos
de nuestros patriotas como fue el impulso a la educación y a la inmigración, se
generó un desarrollo dependiente llamado a agotarse, mientras EEUU se
potenciaba.
La ponderada generación del 80 llevo al país al
“pánico de los 90”, con un gigantesco default
que por poco arrastra a la banca inglesa, que había concentrado en nuestro país
– o casualidad - una porción demasiado grande de su capacidad de crédito. Fue
una crisis provocada por el abultado déficit fiscal, el exceso de endeudamiento
y la desenfrenada especulación con tierras, que no sólo llevo al país a la
bancarrota, al pueblo a la miseria y a la quiebra del Banco Nacional sino que
se llevó consigo a Juarez Celman, el presidente de la república. La corrupción
y el fraude motorizan la Revolución del 90 donde nace el radicalismo encabezado
por Leandro Alem.
Lo que se sabe menos es de las múltiples rebeliones
populares que impulsó Yrigoyen hasta lograr en 1912 el dictado de la ley Saenz
Peña que, por primera vez, permitió comicios transparentes en el país.
El fuerte crecimiento de los años dorados de la
economía primaria exportadora, la educación y la inmigración dieron lugar en el
país a una importante clase media en la ciudad de Buenos Aires y a una
incipiente industrialización que se potenció con el cierre de la economía con
la crisis del 30 y la segunda guerra mundial.
Surgió así una población urbana y una industria
mediana que pudo absorber a la mano de obra que expulsaba el campo y dio base
social al peronismo. El empresariado nacional y los sindicatos alcanzaron
entonces un peso político y económico parejo con el de los productores
primarios. Unos daban trabajo pero no tenían competitividad internacional y los
otros generaban las divisas pero eran impotentes para integrar al mayoría de la
población en una sociedad que era mucho más compleja que la del resto de América
Latina.
Esta situación de virtual empate llevó a que ningún
de los dos modelos prevaleciera.
El sector urbano e industrial, que incluye a la
gran mayoría, podía consolidarse cuando los circunstancias en los mercados
mundiales creaban condiciones favorables que permitían transferir recursos del
sector competitivo , el campo, al menos eficiente, la ciudad( como el peronismo
y el kishnerismo. Pero en lugar de darse paso a una política de desarrollo de
largo plazo, se cayó muchas veces en el populismo – ya que la menor eficiencia
podía sostenerse con los recursos del campo. Se produce así subestimación de la
restricción externa, crecimiento desmedido del gasto público y subsidios
generalizados. De esa forma el país no alcanza a modernizarse y reaparece la
crisis externa cuando las peores condiciones internacionales y el déficit
fiscal se hacen sentir.
Para llevar adelante el ajuste vuelve al primer
plano el modelo liberal agroexportador, que expresa al sector generador de
divisas, pero sin apoyo popular y por eso, en principio, sostenido por los
militares. Menem y Macri surgieron de las urnas pero mintiendo sin ningún
escrúpulo sobre sus verdaderas intensiones. Uno prometía el salariazo, el otro
bajar rápidamente la inflación, la lluvia de inversiones y el segundo semestre.
Lo grave es que ninguno de los dos grandes modelos
se consolidó y Argentina paso a ser un país sin rumbo. Los liberales
agroexportadores no podían incluir a la población y terminaban echados del
poder. El despilfarro de Gelbard, el ministro de economía populista que Perón
designó en su tercer mandato, dio pie al brutal ajuste que implicó el Rodrigazo
que a su provoco una reacción sindical que dejó sin capacidad de gobierno a
Isabel Perón. Se crearon asi las condiciones para el advenimiento de la terrible
dictadura de Videla, con Martínez de Hoz, expresión clara del pensamiento
liberal criollo, como ministro de Economía.
Ante su incapacidad para desarrollar el país, los
liberales apelan al endeudamiento y de paso la especulación y por esa vía llevan
también, a gigantescas desastres financiero como el de Martínez de Hoz – masiva
quiebra bancaria y default en 1982; la Convertibilidad – que desembocó en la
mayor crisis de la historia argentina - y el macrismo, que nos lleva al borde
del desastre.
Argentina pasa de un “progresimo” que fracasa por
sus tendencias populistas a un neoliberalismo que no puede incluir a la
población y además vía endeudamiento y fuga de capitales lleva a una explosión
de la economía aun más violenta.
La dualidad económica y social de la Argentina
explica porque a pesar de su inmensa dotación de recursos y el gran desarrollo
relativo de su capital humano no logra poner en marcha su desarrollo.
La experiencia del macrismo confirma una vez mas
que no es viable una Argentina primaria exportadora porque dejar afuera a la
mitad de la población y el intento de contenerla y facilitar el ajuste vía
endeudamiento externo provoca un dramático fracaso. El intento de realizar un
ajuste de shock es política y socialmente inviable, pero además implica,
literalmente, 25 millones de pobres.
Por ende no parece haber otro camino que la
diversificación productiva, la incorporación de valor agregado a la producción
primaria y el desarrollo de una industria con capacidad exportadora. Esa es la
única forma de asegurar divisas suficientes, y un crecimiento sostenido que
permita financiar el gasto público que el país reclama. Es una tarea difícil,
mas aun después del desastre que deja el gobierno saliente y el programa del
FMI. Pero no parece haber otra alternativa que sea social y políticamente
posible.
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