Ciertamente
tienen la capacidad de calmar y volver a licuar los mercados, pero esas
acciones agravan el problema subyacente, que es un sobre endeudamiento
extremo. Obtienes un impulso transitorio, obtienes un efecto de
liquidez, pero ese efecto de liquidez se agota muy rápidamente". (Vía
Bloomberg). "Las imprentas de los bancos centrales siguen retumbando las
veinticuatro horas del día. La liquidez creada en los laboratorios de
la FED para amortiguar los efectos del COVID-19 ha evitado una gran
depresión económica y sus devastadores efectos, hasta el momento, pero
no será igual de fácil comprar con ello crecimiento económico sostenido
ni prosperidad, empleos o aumento de productividad. Los efectos de
tamaño rescate se intuyen limitados, con la agravante de que la creación
de dinero «ex nihilo» no es gratis ni exenta de consecuencias. Llegados
a este punto, inyectar más liquidez es prácticamente la única
herramienta disponible para las autoridades monetarias y presumiblemente
continuará, podría tener escaso impacto positivo, tanto en estimular
crecimiento económico como en la capacidad para crear empleo. Por el
contrario, sí aumentarán los efectos adversos que ya hoy se pueden
atisbar como el daño a la imagen y reputación de las autoridades
monetarias, la «zombificación» de empresas, mercados y economía o las
distorsiones masivas e inestabilidad de los mercados financieros",
señala Antonio Iruzubieta
La rebaja de estimaciones de crecimiento
y las previsiones de una recuperación más lenta de lo esperado, junto
con el desmadre fiscal y endeudamiento sideral de gobiernos y empresas,
obligarán a una ronda de rebajas generalizadas de calificaciones de
deuda soberana y corporativa.
Los programas de rescate a empresas,
incluso con calificación de deuda baja (high yield e incluso basura) son
un regalo inmerecido a ejecutivos que gestionan empresas y capital
propio de forma manifiestamente diferente pero perversamente relacionada
(gracias a los bonus o al pago en opciones), a empresas con modelos de
negocio fallidos o en dificultades de solvencia, a negocios ineficientes
o a acreedores cuyas carteras de deuda han sido protegidas injustamente
mientras la pobreza e incluso el hambre se extiende alrededor de
Estados Unidos.
La brecha de desigualdad se ha extremado
desde que las autoridades monetarias comenzaron a comprar cada problema
contra su balance, programas de expansión cuantitativa -QE- cuyos
beneficios han recaído directamente sobre los ciudadanos menos
necesitado o más adinerados, como los allegados a las élites de poder,
grandes corporaciones, bancos, insiders, Wall Street…
El 10% de la población USA continúa
medrando a costa del dinero inventado mientras que el 90% restante sufre
las consecuencias de las crisis y, en general, problemas de carácter
estructural como la caída crónica de productividad o el estancamiento de
los salarios reales de las últimas décadas.
La desigualdad y el favoritismo no son
problemas de hoy, vienen sucediendo desde siempre, aunque se ha
intensificado mucho en los últimos 30 años, en los que el 90% de la
población viene gastando más de lo que ingresa (aumentando deuda o
reduciendo ahorros) mientras que el 1% más rico no ha parado de
incrementar su riqueza de manera exponencial, el restante 9% más
favorecido mantiene un crecimiento estable de su ahorro, vean cuadro:
La incertidumbre es alta y permanecerá
por tiempo impredecible, el temor a la propagación de la pandemia y
nuevos brotes que puedan obligar al cierre de la economía mediante nuevo
confinamiento de la población es real. Los periodos de incertidumbre
elevada son muy poco propicios para aumentar las inversiones productivas
o financieras, son contrarios al emprendimiento.
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