Algo
extraordinario está sucediendo en el mercado de valores de EE.UU.
durante los últimos tres meses, las acciones con resultados
empresariales de baja calidad se han comportado mejor que aquellas con
resultados de alta calidad. Y no por un poquito; sino por la mayor
cantidad en décadas. La calidad de los beneficios, o EQ, es una medida
de la consistencia de los beneficios. Las ganancias constantes reflejan
negocios saludables con cimientos sólidos e ingresos predecibles,
mientras que las ganancias inconsistentes reflejan, en el mejor de los
casos, negocios débiles o erráticos. En el peor de los casos, los
beneficios inconsistentes podrían ser una señal de cortoplacismo o
incluso de fraude, ya que las empresas recurren a medidas únicas como
ventas de activos o cambios contables para impulsar artificialmente sus
resultados trimestrales.
Los inversores han preferido
tradicionalmente empresas que generan beneficios constantes cada
trimestre (EQ alto) frente a aquellas cuyos beneficios suben y bajan de
manera impredecible (EQ bajo), y han sido recompensados por ello. Desde
2000, una cartera con valores de altos EQ supera al Russell 3000 en un
promedio del 2.5% cada trimestre hasta finales de 2019, según los datos
financieros de Quandl. A diferencia de otros métodos de inversión como
el valor frente al crecimiento, o la pequeña capitalización frente a la
gran capitalización, este no es un factor que pase de moda; es solo un
indicador de sentido común basado en principios no controvertidos de lo
que constituye una buena inversión. Como tal, EQ ha sido en gran medida
inmune a la volatilidad del mercado y los ciclos económicos.
Hasta ahora.
En lugar de que la cartera de calidad
genere un promedio de un 0,2% de rendimiento más cada semana, el Russell
3000 otorga ahora una rentabilidad promedio de un 0,35% más cada
semana, según una investigación de Quandl. El mercado no muestra
preferencia alguna por la calidad de las ganancias corporativas, todo lo
contrario. Este año, y especialmente en la era COVID-19 de 2020, ha
sido una enorme anomalía y sostenida en la calidad de las ganancias.
Este análisis se basa en todas las
acciones que cotizan en bolsa con un valor de mercado de más de 150
millones y con información financiera actualizada disponible.
Esto es extraño. Es como si los
inversores ya no quisieran beneficios constantes; prefieren los boletos
de lotería. ¿Qué está pasando?
Una explicación es que este movimiento
en el precio está siendo impulsado por la repentina afluencia de dinero
minorista en el mercado. Con el poder de las cuentas de corretaje sin
comisiones y hambrientos de entretenimiento mientras se refugian en sus
casas, los traders minoristas están comprando como si fuera 1999. Y no
basan sus posiciones en datos patentados o análisis forenses detallados
de los estados de resultados. En cambio, notan que ciertas empresas
están baratas y compran sus acciones, ignorando que esas acciones quizás
están baratas por una razón.
Pero los traders diarios aburridos no
son la única fuente de compra indiscriminada en el mercado. De hecho,
hay otro sospechoso con bolsillos mucho más grandes. En respuesta a la
crisis del COVID-19, los gobiernos y los bancos centrales han abierto
las compuertas de la liquidez. Las compras de activos por parte de la
Reserva Federal continúan estableciendo máximos históricos. En tal
entorno, las ganancias corporativas reales apenas importan, y mucho
menos la calidad de esas ganancias.
¿Puede durar este comportamiento? Esa es
una pregunta más difícil de responder, pero sospecho que la respuesta
es no. Tarde o temprano, los precios de las acciones tendrán que
reflejar los flujos de efectivo de la empresa, lo que significa que la
magnitud y la consistencia de las ganancias volverán a importar.
Desde el punto de vista de los datos,
esto sugiere que el EQ es un excelente indicador predictivo. Cuando las
buenas empresas comiencen a superar a las débiles una vez más, como lo
han hecho durante décadas, será un fuerte indicador de que el mercado
está volviendo a la "normalidad".
Hasta entonces, estaré observando cuánto
tiempo los precios pueden ignorar la calidad. En un mundo que se ha
acostumbrado a la visión de las acciones que alcanzan máximos históricos
frente a una dramática disrupción económica y social, este podría ser
el fenómeno más extraño hasta ahora.
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