SHENZHEN, China—La amenaza del presidente electo Donald
Trump de obligar a Apple Inc. y otras empresas a
fabricar más productos en Estados Unidos debería generar temor en esta
megaciudad china, donde se fabrican muchos de los dispositivos electrónicos del
mundo.
Otrora un
pueblo aletargado, Shenzhen es hoy el epicentro de la industria de electrónicos
de consumo de China, el sector de mayor exportación del gigante asiático. En
dos fábricas de Foxconn Technology Group, cerca de 230.000 trabajadores
ensamblan aparatos para Apple y rivales globales, incluido el gigante de
telecomunicaciones chino Huawei Technologies Co., cuya sede se encuentra en la
ciudad.
Sin
embargo, muchos ejecutivos dicen que no están preocupados por Trump. Consideran
que las fuerzas económicas que transformaron esta pobre localidad en la
provincia de Guangdong en un mar de rascacielos son demasiado poderosas para
ser revertidas. Incluso si Trump impusiera aranceles sobre bienes fabricados en
China, como ha amenazado, esta región al sur de China es hoy es tan eficiente
en ingeniería, producción y transporte de electrónicos que podría superar a
rivales estadounidenses, afirman.
“Estamos
muy relajados en cuanto a todos los rumores sobre los aranceles, si bien el
ruido que genera no es bueno”, dice un alto ejecutivo de una firma global de
electrónicos de consumo con operaciones en Shenzhen, quien prefirió no ser
identificado para no entrar en el debate sobre las propuestas de Trump.
Más que
el próximo presidente de EE.UU., lo que preocupa a las empresas aquí es
simplemente sobrevivir a la competencia darwiniana del comercio global. Si bien
Shenzhen es en gran parte un ganador de la globalización, también se ve
afectada por las mismas fuerzas competitivas que Trump busca revertir, a las
cuales ha atribuido la destrucción del sector industrial y sus empleos en
EE.UU.
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Ante el
alza de los sueldos desde 2010, muchas fábricas de ropa y juguetes de Shenzhen,
se trasladaron a regiones de China de menor costo y a países como Vietnam.
Ahora, algunos fabricantes de electrónicos de consumo también están haciendo
las maletas. Otros están reduciendo sus costos al sustituir a empleados con
robots.
“Hay
demasiada competencia, demasiadas ofertas de bajo precio en Amazon”, dice Emily
Wu, quien
lucha para mantener a flote su empresa, Shenzhen Wonda Tech Co. Ltd., que
ensambla 40.000 cámaras al mes para marcas vendidas en el sitio web de Amazon.com Inc. y en otras partes.
El aumento de los costos laborales significa que está produciendo algunos
pedidos a pérdida.
Trump ha
recurrido a una combinación de amenazas e incentivos para persuadir a las
empresas a que fabriquen en EE.UU. Durante su campaña, prometió hacer que Apple
“construyera sus malditas computadoras y cosas” en el país. Este mes, Foxconn,
proveedora de Apple, informó que podría expandir sus operaciones en EE.UU.
Sin
embargo, no se sabe con certeza qué operaciones o cuántos empleos generaría una
medida de esta naturaleza. La otra tendencia en marcha en Foxconn es un cambio
hacia plantas más automatizadas que emplean robots para ahorrar costos. La
empresa taiwanesa no quiso comentar sobre sus planes y clientes específicos.
“Si estos
empleos vuelven a EE.UU., van a ser para gente que maneje 1.000 robots en una
fábrica automatizada”, asevera Christopher Balding, profesor
de Finanzas de la Universidad de Pekín en Shenzhen. “Serán trabajos para nerds
informáticos, no para la gente que votó por Trump”.
La
competitividad mundial de Shenzhen tiene sus límites. China restringe el acceso
a internet, lo que significa que los innovadores tienen menos acceso a software
de código abierto y a las ideas. Asimismo, las débiles protecciones de
propiedad intelectual hacen que los emprendedores estén en constante riesgo de
que les roben sus ideas.
Esta ciudad, sin embargo, ya ha capeado cambios económicos.
En 1979, el ex líder Deng Xiaoping designó
a Shenzhen como una zona económica especial en la que las fuerzas del mercado
tendrían más libertad, lo que durante más de una década condujo a un crecimiento
anual de 40% de la región como un fabricante de bajo costo. Ante la
preocupación de que las fábricas textiles fueran un callejón sin salida,
Shenzhen atrajo universidades nacionales para que produjeran mano de obra de
alta calificación. En los últimos años, la economía de la ciudad ha registrado
un crecimiento anual promedio de 13%, según cifras oficiales, muy por encima de
la tasa nacional.
La ciudad
encontró su ventaja comparativa ensamblando smartphones y dispositivos a partir
de una cadena de suministro de partes especializadas hechas en Japón, Taiwán y
Corea del Sur. El ejército de ingenieros con formación universitaria con la que
cuenta Shenzhen le permitió convertirse en un centro global para la producción
de prototipos.
Modelos
que requieren varias semanas para producir en EE.UU. pueden terminarse en un
día en Shenzhen y a una fracción del costo, explica Duncan
Turner, un inversionista de capital de riesgo que
ayuda a dirigir Hax Accelerator, un espacio de trabajo que patrocina a
inventores de todo el mundo en la ciudad.
“Shenzhen
era conocida por hacer cosas de forma barata, luego era conocida por hacer
cosas bien”, dice Turner. “Ahora, cualquiera que quiera hacer un prototipo de
algo lo hace aquí”.
El
crecimiento de la industria manufacturera de Shenzhen se ha desacelerado
mientras que sectores como el de software y el de investigación científica
están en auge. La industria se expandió a un ritmo anual de 8% entre 2012 y
2014, los últimos datos disponibles, mientras que la investigación lo hizo a un
promedio de 16%.
La
proporción de la economía de la ciudad relacionada con industrias como la
manufactura se redujo en 7 puntos porcentuales durante ese lapso, mientras que
la vinculada con tecnología de la información e investigación creció en 3
puntos porcentuales, según el Anuario Estadístico de Shenzhen de 2015.
Es un
cambio fácil de apreciar. En las zonas industriales en las afueras de la
ciudad, más fábricas están quedando vacantes. En los distritos tecnológicos, en
cambio, surgen barrios con relucientes edificios de oficinas.
Asimismo,
empresas competitivas a nivel mundial que priorizan el diseño y la marca se
están arraigando en la ciudad. Da-Jiang Innovations Science & Technology
Co., uno de los mayores fabricantes de drones del mundo, ubicó su sede en
Shenzhen para aprovechar el “acceso a los proveedores, materias primas, y la
fuente de talento joven y creativo necesaria para un éxito sostenido”, según su
sitio web.
La
automotriz alemana Daimler AG se asoció con la
china BYD Co. Ltd. en 2011 para
desarrollar un auto eléctrico en Shenzhen. Apple inaugurará un centro de
investigación y desarrollo en la ciudad, donde cerca de 100.000 programadores
producirán software para su sistema operativo. Además, en un reconocimiento a
su sitial como un centro de innovación, los gigantes chinos de internet Baidu Inc. y Alibaba
Group Holding Ltd. abrieron
grandes oficinas.
Algunos pequeños fabricantes se están enfocando en el diseño
y la marca. En dos años, Qiwo Smartlink Technology Ltd. ha pasado de ser un
fabricante de cámaras baratas y aparatos para otros a una casa de diseño con
ventas anuales de US$100 millones. “Todas las cadenas de suministro y empresas
relacionadas están aquí. No creo que se pueda mudar esto a EE.UU.”, recalca James
Guo, director
de exportaciones de Qiwo.
En todo
caso, un aumento de los aranceles aceleraría las tendencias económicas que ya
están en marcha, advierten empresarios de Shenzhen. Las fábricas de la ciudad
podrían marcharse, pero a provincias de China con bajos costos laborales, no a
EE.UU. Mientras tanto, la ciudad añadirá empleos de diseño, ingeniería y
marketing.
Un
reciente jueves por la noche en el taller de inventores de Hax en Shenzhen,
Junyi Song, de 26 años, estaba trabajando en un brazo robótico que espera
vender desde US$7.000 por unidad. A ese precio, incluso fábricas pequeñas
podrían reemplazar la mano de obra mediante la automatización.
“Es el
futuro”, asegura Song.
—Yifan Xie contribuyó a este artículo.
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