Alberto Fernández
planteará la necesidad de llegar a un superávit fiscal primario, como
una política de Estado. El presidente electo lo dejará en claro ante un
ámbito concreto: el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En el primer caso, como muestra sobre la intención de darle a la
economía argentina un esquema de previsibilidad. En el segundo, como el
aporte que hará el Estado nacional para la causa. Lo que aún no está
claro, es el año en el que la próxima gestión podrá llegar a ese
superávit.
El
problema son las diferencias entre lo que afirma el próximo gobierno
que se recibirá como herencia en las cuentas públicas; y lo que desde
las oficinas de Hernán Lacunza se garantizan que serán los datos
fiscales. Desde el albertismo se estima que el desequilibrio que le dejará la gestión de Mauricio Macri,
alcanzará un déficit de entre 1,5 y 1,8% del PBI; por encima incluso de
la meta de 1% comprometida ante el FMI para este año, según reza el
stand-by vigente. Si se cumpliera la previsión de la aún oposición, el
déficit primario treparía a los $ 250.000 millones. Lacunza afirma y
garantiza, que el dato será mucho menor, y que Alberto Fernández
heredará, en el peor de los casos, una diferencia entre ingresos y
gastos de no más de 0,5% del PBI. Esto es, un porcentaje aún menor (la
mitad) que lo firmado ante el FMI en septiembre del año pasado. La
diferencia alcanza entonces a los $160.000 millones; un nivel incluso
superior al costo del paquete pos-Paso que lanzó Mauricio Macri luego de
la derrota del 11 de agosto, y que en toda la línea de gastos
incrementados e ingresos postergados acumuló unos $90.000 millones.
La realidad tardará en conocerse. Recién
para la tercera semana de enero se sabrá cual es el resultado fiscal
primario real que dejó Mauricio Macri en su paso por la administración
nacional; y, en consecuencia, que tan lejos estará Alberto Fernández en
garantizar el año en que logrará el equilibrio. Igualmente, la
intención del próximo presidente es que no más allá del 2021, el
superávit sea una realidad y que para el final de su mandato, puesta
mostrar un superávit no menor al 1% del PBI. La intención es aún más
ambiciosa: según el próximo gobierno, este resultado positivo se logrará
con una expansión de la economía y no con ajuste.Este
esquema de búsqueda del equilibrio fiscal, fue uno de los puntos
principales que el propio Alberto Fernández habló con Kristalina
Georgieva en la conversación telefónica que ambos mantuvieron la semana
pasada. Y, según el albertismo, la confianza del próximo jefe de Estado
en lograr números positivos entre ingresos y gastos, fue uno de los
capítulos que más entusiasmó a la directora gerenta del FMI.
La
economista búlgara, coincidió con el argentino en que el superávit
primario es fundamental para que cualquier plan económico local sea
creíble; y le dio un primer voto de confianza a su interlocutor local
hasta conocer cómo se garantizará ese objetivo. No hablaron de años
concretos; pero Alberto Fernández le mencionó que la herencia que
recibirá no es la que menciona el Gobierno, sino mucho peor. Al menos 1
punto del PBI peor. Georgieva
no emitió comentarios, ni mucho menos coincidencias. Pero le otorgó el
beneficio de la duda al presidente electo hasta conocer el programa
económico general que tiene en mente el argentino. Lo que sí
quedó como compromiso desde Buenos Aires, es que para el momento de
terminar su mandato de cuatro años, Alberto Fernández entregará las
cuentas públicas con superávit fiscal. Este punto es, obviamente,
indispensable para que desde el FMI se tome en serio una promesa de pago
desde la Argentina, al momento de renegociar los términos del pago del
stand-by vigente. Ya en esa charla, Alberto Fernández le había aclarado a
la directora del FMI, que su intención era la de no pedir los casi
u$s11.000 millones que aún el organismo podría girar como parte de los
desembolsos comprometidos y no ejecutados en el acuerdo vigente.
También
en esa conversación, se habló de la necesidad de negociar un plan de
pagos al estilo del acuerdo que en septiembre del 2003 el país firmó con
el Fondo, durante la gestión de Néstor Kirchner. Nuevamente, la búlgara
ni avaló ni negó la posibilidad; y dejó todo en manos de los
negociadores que habilitará en su momento, y que comandará el venezolano
Luis Cubeddu. Lo que sí le aclaró Georgieva al argentino; es que en esa
instancia, la presentación de un plan fiscal sólido y creíble será
fundamental para que el plan de pagos que proponga el próximo gobierno
pueda ser discutido.
Acreedores privados
Una de las
cuestiones que aún quedan por resolver de estas negociaciones, es si la
discusión con el FMI se hará antes, durante o después de la habilitación
de la discusión con los acreedores privados. La intención del próximo
oficialismo, es que el esquema negociador sea paralelo, y que la oferta a
los fondos de inversión y bancos se concrete casi al mismo tiempo que
las discusiones con el organismo financiero internacional. No sería el
esquema que más convence al Fondo. Desde Washington se defiende la
tradición que siempre sea el FMI el que abre las discusiones con países
en problemas de pago, y que sólo después de un acuerdo que incluya el
plan de pagos del stand-by. Desde Buenos Aires se percibe que esta
actitud tiene una motivación concreta: que el FMI se garantice la
existencia del dinero para cumplir con ese plan; ya que, se sabe, son
muchos los técnicos que hablan en Washington de la imposibilidad del
país para cumplir con los pagos al Fondo y a los acreedores privados al
mismo tiempo. Son los mismos que en la sede del FMI hablan de una
necesaria quita de capital e intereses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario