Superada la
traba del próximo viernes y con el país seguramente en default pero sin
posibilidades de que los acreedores avancen en juicios sumarísimos contra la
Argentina, desde el lunes el Gobierno tendrá un panorama más tranquilo y
despejado para discutir con los acreedores. La nueva fecha límite para alcanzar
un acuerdo será el 30 de julio, con lo que Martín Guzmán tendrá dos meses y 10
días más para evitar, ahora sí, que el país llegue a un default. Pasada esa
fecha, el Ministerio de Economía no tendrá más oportunidades.
Según el
cronograma de compromisos financieros con deuda emitida fuera de la
jurisdicción local, el mayo no hay vencimientos de este tipo, con lo que el
panorama hasta fines de junio está despejado. Esto le permitirá a Guzmán contar
con un largo mes para negociar, sin apremios inminentes. Los tiempos se
acelerarán recién a fines de junio. El 30 del próximo mes, según el listado de
vencimientos bajo jurisdicción de Nueva York, habrá que liquidar unos u$s566
millones correspondientes a uno de los vencimientos habituales del Discount en
dólares. Si se tiene en cuenta que se puede especular con el reglamentario
período de gracia de 30 días hasta que efectivamente se concrete el default, la
frontera definitiva se corre al 30 de julio.
Esto le da
automáticamente a Guzmán desde el lunes, un plazo lo suficientemente amplio
como para poder negociar con mayor tranquilidad con los acreedores; algo
fundamental para los tiempos que se vienen. En este período de discusiones, las
partes tienen que debatir cómo terminan de distribuirse las pérdidas por unos
u$s7.000 millones, el dinero que separa las ofertas y contraofertas que ya
están sobre la mesa para un acuerdo final. Se trata de discusiones de
relojería, donde cada avance de cada una de las partes y cada dólar que una le
reconozca a la otra implica un dólar más que deberá pagar la Argentina o que
cederán los bonistas. Estos dos meses y 10 días servirán para que cada capítulo
a discutir (quita de capitales, nivelación de intereses, pagos de cupones, legislaciones
de salvaguarda, etc), puedan ser debatidas con mayor tranquilidad, con un tic
tac más lento que el que Guzmán tenía hasta hoy.
La fecha
del 30 de julio es el límite, inamovible que tendrán el ministro y el
Presidente para alcanzar el acuerdo que evite el default y deje cerrada la
alternativa de abrir puerta de los tribunales del segundo Distrito Sur de Nueva
York. A diferencia de lo que ocurre con el vencimiento del viernes de los
Global 21, 26 y 46 por unos u$s503 millones, el diseño de los Discount que
vencen en junio y cuyo plazo de gracia de pago termina en julio, señala que si
el país no paga, los acreedores tienen 100% habilitada la posibilidad de
avanzar en juicios por miles de millones de dólares contra el país en el
juzgado de Loreta Preska. La diferencia entre los Globales y los Discount, en
cuanto a las posibilidades reales y rápidas de litigar contra el país son
claras.
Como
adelantó ayer este diario, casi toda la deuda a renegociar emitida durante el
gobierno de Mauricio Macri incluye una cláusula antibuitre que dificulta y
traba la posibilidad de avanzar en un juicio contra el país, aún en default.
Para poder litigar ante una situación de deuda impaga, y si los bonistas
quisieran avanzar en litigios, no lo podrían hacer hasta después del
vencimiento de los títulos; ni ejecutarlos de manera individual, sino de manera
colectiva. Y bajo la representación del Trustee/Bondholder Rerpresentative
(Comisario de la emisión). Además, y según la misma cláusula, si se avanzara en
un juicio individual, en el caso que el acreedor triunfara, el dinero que
reciba deberá coparticiparlo en el resto de los tenedores de deuda que también
se hayan presentado en el litigio. Así, solo si todos los tenedores de esa
deuda se presentaran a reclamar en el tribunal de Preska, recibirían el 100%
del dinero que reclaman. Ante este panorama, sólo un default generalizado
justificaría la apertura de los tribunales para reclamar por la deuda emitida
desde el 2016 en adelante.
No es el
caso de los Discount, y de toda la deuda lanzada durante el gobierno de Néstor
Kirchner luego del default de 2001. Como la Argentina comprobó durante el
“juicio del siglo” contra los fondos buitre, no hay cláusula o salvaguarda en
la emisión de toda esta deuda que proteja al país de los juicios inmediatos en
los tribunales del segundo Distrito Sur de Nueva York. Más teniendo en cuenta
que el fallo de Thomas Griesa en contra del país dejó una jurisprudencia
contraria para toda la deuda emitida durante el kirchnerismo, con lo que
cualquier simple presentación ante un default argentino derivaría en una
aceleración de las causas ante Preska, no sólo correspondientes a los pagos del
Discount, sino del bono Par, también emitido durante el gobierno de Néstor
Kirchner. En total, la deuda que podría reclamarse llegaría a los u$s8000
millones, curiosamente casi el mismo monto que alcanzó el “juicio del siglo”.
La denominación real del Discount es Títulos Discount en Dólares
Estadounidenses Regidos por la Ley de Nueva York con Vencimiento en Diciembre
de 2033, y su nombre de batalla en el mercado de capitales es el DICYD y paga
intereses por 8,28%. Se liquida cada 30 de junio y 30 de diciembre. La
propuesta original de Guzmán para canjearlo es la emisión de un título con
vencimiento en 2039, que comenzaría a pagar intereses del 0,6% en el último
trimestre de 2023, ascendiendo a un 1,75% entre 2024 y 2025; 4% entre 2026 y
2027 y 4,5% desde 2028. Desde 2029 se harían 11 liquidaciones de capital
anuales hasta terminar el ciclo en 2039. Obviamente fue una de las opciones más
rechazadas de toda la propuesta original de Guzmán, y donde más se está
trabajando hoy con los acreedores para conseguir un acuerdo. Los tenedores del
Discount, además de mejoras sustanciales en los intereses (quieren 4,5% plano
en toda la serie y liquidaciones de capital anticipadas), exigen un cupón PBI
entre 2021 y el primer pago de 2023. Economía la rechazó de plano y se espera
que desde el Excel de Guzmán aparezca una nueva oferta.
Sabe el
Gobierno (se lo advirtieron los abogados del estudio Cleary Gottlieb Steen
& Hamilton), que debe ser algo más generoso que el resto de los bonistas
(los tenedores de deuda emitida bajo la gestión Macri), ya que se necesitaría
un aval del 88% para que la aceptación quede firme. Y que un juicio de estos
bonos K emitidos para salir del default de 2001 sería sumarísimo.
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